Sin duda, la irrupción de este nuevo tipo de
relación aporta muchas ventajas y posibilidades a
nuestros jóvenes pero abre también caminos un
tanto inciertos, que pueden conducir a situaciones
difícilmente controlables. Ahora, cualquier cosa que
se haga en la red es pública y la posibilidad que tiene
de extenderse es casi ilimitada, como ilimitada es la
red de contactos que cada adolescente puede tener
en su ordenador. Por eso, y porque no todo es inocuo
y acechan también muchos riesgos, es necesario
que ellos sepan claramente qué es lo que pueden
y lo que no pueden hacer; que conozcan cuáles de
sus comportamientos cotidianos son inadecuados,
incluso ilegales, y cuáles son las consecuencias de los
mismos.
Entre las acciones que proliferan cada vez más en la red está el ciberbullying o ciberacoso, entendido éste como la consecución de comportamientos agresivos e insultantes contra una persona a través de tecnologías interactivas, básicamente Internet y la telefonía móvil. Se consideran ciberacoso los insultos, las amenazas, el envío reiterado de correos a alguien que no desea recibirlos, las humillaciones, el spam, la distribución de fotos trucadas, la suplantación de la identidad… Frente a este tipo de comportamiento, aún no están claramente definidos los protocolos de actuación y hasta qué punto deben involucrarse, por ejemplo, los centros educativos. Si bien el acoso escolar ya está claramente definido porque suele producirse dentro de los límites del propio centro, el acoso a través de medios
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